Quienes llevan años viviendo en la capital británica dicen que nunca habían visto este vacío de gente en comercios, restaurantes, oficinas y calles principales. La 'prueba del algodón' es la imagen de la entrada al Museo Británico, sin colas para entrar y con apenas una docena de personas en la zona de acceso pese a ser el primer día de apertura tras medio año cerrado por la pandemia. Según pasen las horas, el ambiente se animará, pero, desde luego, no es una jornada de las que eran habituales. El Museo Británico es la atracción más visitada de Londres, con alrededor de seis millones de personas al año.
No cambia la entrada gratuita al museo, que es en sí misma una maravilla; y no cambian las asombrosas piezas que, compradas, robadas, descubiertas o donadas, llenan las salas. Sin embargo, cambio es la palabra clave. La puerta principal ya sólo es de entrada, la ruta está marcada para que no se crucen los visitantes y sólo está abierta al público la planta baja.
Aun así, un recorrido con un poco de detalle supone no menos de cuatro horas, tesoro tras tesoro, desde los clásicos y populares Egipto y Grecia a la nunca suficientemente valorada Asiria, sin dejar de lado Norteamérica, la breve pero asombrosa colección de mayas y aztecas, Oceanía y África.
En las salas, la mayoría de las caras no llevan máscara, pero son sólo las de las esculturas y pinturas. Los humanos vivos están prácticamente todos enmascarados. Ni siquiera la televisiva profesora y experta divulgadora de la Roma clásica Mary Beard se libra. Es el ambiente deseado por todo ladrón: nadie reconoce a nadie. También hay dispensadores de gel con alcohol, hay puertas abiertas a la calle y el aire circula además impulsado por ventiladores colocados en las esquinas.
Los objetos, los detalles y las sorpresas son tantas que uno hasta se olvida de la máscara, de la pandemia y de la incalculable crisis económica y laboral.
No hay día en que los periódicos no informen de cientos o miles de despidos. Hoy es Rolls-Royce (9.000 empleos) y Pret à Manger (2.800) como ayer fue el aeropuerto de Gatwick (600), antes Marks & Spencer (7.000), Debenhams (2.500), Ryanair (3.000), Hays-Thomas Cook (878), British Airways (12.000), Yo! Sushi (250), NatWest (550), WHS Smith (1.500), Burberry (150), Burger King (1.600), Harrods (700). Aston Martin (500), BBC (520) o los exclusivos almacenes de la calle Oxford Street Selfridges (450). Precisamente en Selfridges, la fachada luce estos días un nuevo y gigante letrero con la frase ‘Let’s change (the way we shop)’ [cambiemos la forma en que compramos].
Mientras, en Selfridges, en McDonalds, en el metro, en las calles y en el Museo Británico, seguimos todos, enmascarados, las flechas que nos dicen qué camino tenemos que seguir obligatoriamente sin posibilidad de volver sobre nuestros pasos. Es posible que la pandemia esté poco a poco retrocediendo. Ahora queda pensar si las flechas que nos guían significan algo más que lo evidente.
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Música. https://freemusicarchive.org/music/sawsquarenoise