¡Chucha!

Exclaman los ecuatorianos -creo que no lo hacen las ecuatorianas- cuando se ven sorprendidos por alguna cuestión. Es prácticamente lo mismo que cuando en España decimos "¡Coño!", lo que sucede es que 'chucha' aún mantiene una carga sexual demasiado explícita y suena duro. En cualquier caso, el casco histórico de Quito merece -de verdad- exclamar '¡chucha!'. Alex y Lucía -y Agustín Antonio- nos acercaron anoche al festival internacional de cine documental edoc, en el sorprendente teatro Bolívar. Sorprendente por varios factores. El primero, por su aspecto. La multinacional Pizza Hut prendió fuego al teatro el 8 de agosto de 1999. Consecuencia de este accidente es el estado del equipamiento, que anoche resultaba muy atractivo tanto por las marcas del fuego en las columnas, como por la iluminación. El segundo elemento favorable fue la coincidencia con varios cientos de personas -la mayoría, jóvenes- con un marcado sentido crítico. El documental inaugural fue demasiado largo, pero mereció la pena acudir.

La salida del teatro fue la segunda sorpresa de la noche porque nos permitió descubrir un Quito insospechado para quienes vivimos en la zona Norte -que es algo así como la city financiera-, el que le ha hecho merecedora de la distinción como ciudad patrimonio de la humanidad. La foto -la de arriba- dice, en realidad, poco de este conjunto histórico. La noche se cerró tarde -hoy me arrepiento muerto de sueño- en el Sutra café, en donde se nos sumó Alonso Soto, un nicaragüense muy viajado, políglota y educado que, con sólo 24 años, es corresponsalen Quito de la prestigiosa agencia de noticias Reuters. ¡Qué envidia (sana)!