28.8.20

Reabre (tras cinco meses) el Museo Británico. ¿Es señal de que está terminando la pandemia de covid19?


Reabre (tras cinco meses) el Museo Británico. ¿Es señal de que está terminando la pandemia de covid19? No hay respuesta. Lo único cierto es que Londres es un insólito desierto este mes de agosto.

Quienes llevan años viviendo en la capital británica dicen que nunca habían visto este vacío de gente en comercios, restaurantes, oficinas y calles principales. La 'prueba del algodón' es la imagen de la entrada al Museo Británico, sin colas para entrar y con apenas una docena de personas en la zona de acceso pese a ser el primer día de apertura tras medio año cerrado por la pandemia. Según pasen las horas, el ambiente se animará, pero, desde luego, no es una jornada de las que eran habituales.  El Museo Británico es la atracción más visitada de Londres, con alrededor de seis millones de personas al año.

 No cambia la entrada gratuita al museo, que es en sí misma una maravilla; y no cambian las asombrosas piezas que, compradas, robadas, descubiertas o donadas, llenan las salas. Sin embargo, cambio es la palabra clave. La puerta principal ya sólo es de entrada, la ruta está marcada para que no se crucen los visitantes y sólo está abierta al público la planta baja.

 Aun así, un recorrido con un poco de detalle supone no menos de cuatro horas, tesoro tras tesoro, desde los clásicos y populares Egipto y Grecia a la nunca suficientemente valorada Asiria, sin dejar de lado Norteamérica, la breve pero asombrosa colección de mayas y aztecas, Oceanía y África.

 En las salas, la mayoría de las caras no llevan máscara, pero son sólo las de las esculturas y pinturas. Los humanos vivos están prácticamente todos enmascarados. Ni siquiera la televisiva profesora y experta divulgadora de la Roma clásica Mary Beard se libra. Es el ambiente deseado por todo ladrón: nadie reconoce a nadie. También hay dispensadores de gel con alcohol, hay puertas abiertas a la calle y el aire circula además impulsado por ventiladores colocados en las esquinas.

 Los objetos, los detalles y las sorpresas son tantas que uno hasta se olvida de la máscara, de la pandemia y de la incalculable crisis económica y laboral.

 No hay día en que los periódicos no informen de cientos o miles de despidos. Hoy es Rolls-Royce (9.000 empleos) y Pret à Manger (2.800) como ayer fue el aeropuerto de Gatwick (600), antes Marks & Spencer (7.000), Debenhams (2.500), Ryanair (3.000), Hays-Thomas Cook (878), British Airways (12.000), Yo! Sushi (250), NatWest (550), WHS Smith (1.500), Burberry (150), Burger King (1.600), Harrods (700). Aston Martin (500), BBC (520) o los exclusivos almacenes de la calle Oxford Street Selfridges (450). Precisamente en Selfridges, la fachada luce estos días un nuevo y gigante letrero con la frase ‘Let’s change (the way we shop)’ [cambiemos la forma en que compramos]. 

Mientras, en Selfridges, en McDonalds, en el metro, en las calles y en el Museo Británico, seguimos todos, enmascarados, las flechas que nos dicen qué camino tenemos que seguir obligatoriamente sin posibilidad de volver sobre nuestros pasos. Es posible que la pandemia esté poco a poco retrocediendo. Ahora queda pensar si las flechas que nos guían significan algo más que lo evidente.
----
Música. https://freemusicarchive.org/music/sawsquarenoise

9.4.20

La pandemia del covid19 no iguala a ricos y pobres, no es verdad

Impresionante el informativo nocturno de la BBC ‘Newsnight’. El comienzo (en el vídeo), contundente: no, la pandemia del covid19 no iguala a ricos y pobres, no es verdad. El final, estremecedor con un extenso reportaje sobre el grave riesgo que estar 24 horas al día en casa con familias maltratadoras va a suponer para algunos niños, que además pierden la comida escolar.

Aquí, una traducción libre y aproximada de la presentación de Emily Maitlis. No es por casualidad que ‘Newsnight’ ha recibido el reconocimiento como mejor informativo diario.
Emily Maitlis:
“Acerca del Covid-19 se utiliza a veces un lenguaje manido y engañoso: no se sobrevive a la enfermedad por medio de la fortaleza y el carácter, como los colegas del primer ministro nos dicen. Y la enfermedad no es un gran nivelador, cuyas consecuencias sufren igual ricos y pobres. Es un mito que tiene que ser desenmascarado. Los que están en primera línea en estos momentos, los conductores de autobús y reponedores de supermercado, enfermeros, ayuda a domicilio, personal de hospitales y tenderos, son, desproporcionadamente, los peores pagados de nuestra fuerza de trabajo.
Son los que tienen más posibilidad de contagiarse el virus porque están más expuestos. Aquellos que viven en bloques de viviendas y en pequeños pisos pueden encontrar el encierro más duro. Los que tienen trabajos físicos no pueden trabajar desde casa. Este es un asunto de salud con grandes ramificaciones en el bienestar social y es un asunto de bienestar con grandes implicaciones en la salud pública. Esta noche, al tiempo que Francia entra en recesión y la Organización Mundial del Comercio alerta de que la pandemia puede provocar el más profundo retroceso económico de nuestras vidas, nosotros preguntamos qué clase de acuerdo social podría ponerse en práctica para frenar la desigualdad que se va a agravar".

21.3.20

La vieja fórmula del aislamiento para cortar la expansión del virus


Es un día espléndido para comenzar la primavera. El céntrico Hyde Park recibe a miles de personas, que disfrutan del sol y la naturaleza. Sin embargo, este sábado 21 de marzo de 2020 no es día cualquiera para Londres.

Hace unas horas, el primer ministro británico, el conservador y populista Boris Johnson, ordenaba el cierre inmediato de todos los bares, restaurantes, gimnasios, casinos y salas de espectáculos [no ha quedado claro si afecta al comercio, debido a una contradicción en la rueda de prensa].

La capital era desde hace días un hervidero de rumores acerca de una cuarentena debido a la expansión del coronavirus covid 19.

Hasta el momento, con muy pocas pruebas realizadas, en este país de 68 millones de habitantes, son 4.000 los infectados y se acercan a 200 los muertos en relación con la pandemia.

Igual que en Italia o en España los Gobiernos han usado a los científicos para aplicar medidas radicales de aislamiento forzoso de la población, en el Reino Unido Boris Johnson ha utilizado a los científicos para justificar unas medidas sobre el virus diametralmente diferentes a las de los países vecinos.

A pesar del cierre obligatorio de la hostelería ordenado hace menos de 24 horas, la situación sanitaria, que tanto pánico desata, se ha enfrentado aquí hasta ahora con relativa tranquilidad y anteponiendo, aparentemente, la economía.

El Gobierno ha defendido hasta la fecha que, en esta democracia liberal, no quiere imponer nada sino sugerir y aconsejar.

De esta manera han pasado semanas en las que el mensaje central era que había que lavarse las manos al menos 20 segundos, y que había que hacerlo con frecuencia.

Mientras se ordenaba el cierre de las escuelas en media europa, en Gran Bretaña la medida no llegaba hasta este 20 de marzo. Había que evitar que los abuelos cuidaran a los niños, que apenas sufren la enfermedad pero sí la contagian fácilmente, según ha justificado el mandatario.

Además, se ha recomendado —pero sólo recomendado— que quienes tengan fiebre o tos seca se aíslen en sus casas y no acudan a un servicio público de salud (NHS) que, tras 10 años de recortes del Partido Conservador, amenaza con venirse abajo por el exceso de enfermos de este coronavirus. También se ha pedido que los mayores de 70 años se encierren en casa al menos 12 semanas a partir de ahora.

Así las cosas, quienes vivimos en Londres tenemos todavía la libertad para movernos y salir a la calle, pero no está claro por cuánto tiempo.

La zona que acoge las grandes tiendas, Oxford Street, está casi desierta este sábado, y ello a pesar de que algún establecimiento —incluido Primark— ignora la orden de cierre. Los museos y teatros tienen la persiana bajada y, de este modo, la vida comercial está prácticamente muerta. Por el contrario, los supermercados siguen abiertos, aunque algunos con muchas estanterías vacías.

El Gobierno de Boris Johnson no descarta ya ninguna medida, tampoco la cuarentena estricta de Francia, España o italia. 20.000 integrantes de las fuerzas armadas están preparados para intervenir si se considera conveniente.

Al final, parece que Reino Unido renuncia a su propia solución y que se unirá a la vieja fórmula del aislamiento para cortar la expansión del virus.

Ahora queda saber si, como en algunas de las recientes pandemias, el mundo se equivoca de nuevo en cómo se tienen que gestionar estas crisis o, esta vez, ha elegido el camino correcto.

8.3.20

La epidemia de miedo

La epidemia de miedo ya ha saltado a la vida cotidiana en Londres. No, la gente (siempre hay alguna excepción) no va todavía con máscaras antivirus, pero los efectos del pánico económico y social sí son una realidad con consecuencias graves en algunos casos (como siempre, en los estratos más débiles de la sociedad). El ejemplo más evidente de paso de la teoría a la práctica del miedo son algunas estanterías vacías en el supermercado Waitrose de Porchester: agotada la pasta, el arroz, el papel higiénico y el agua embotellada.

Durante semanas, el virus Covid-19 (‘coronavirus’, como popularmente se le conoce) ha llenado las conversaciones. Hay de todo: desde algunos diálogos que se acercan peligrosamente a la histeria a las bromas en torno a la mortalidad de los mortales humanos. Por supuesto, las decisiones y anuncios de los Gobiernos han ayudado muy poco a la serenidad.

La situación hasta ahora importaba relativamente poco porque el epicentro de este terremoto estaba en China: se hacía realidad ese principio del periodismo que señala que a la audiencia le importa más el resfriado de su vecino que la muerte de un millón de chinos. Tampoco inquietó que llegara abruptamente a Irán. Pero todo cambiaba cuando aparecía en la cercana Italia, a donde cientos de miles de británicos y europeos viajamos con relativa frecuencia y en donde decenas de miles de nuestros jóvenes viven ‘sacrificadamente’ su experiencia Erasmus llena de terrenales placeres.

Con sus turistas por todo el mundo, Reino Unido lleva dos meses de sobresalto en sobresalto porque alguno de sus jubilados enferma gravemente en un barco en Japón, en un relajante hotel de Canarias (imperdibles las imágenes de los bañistas con máscaras en la piscina) o en un crucero zarpado desde Los Ángeles (Estados Unidos).

El primer ministro británico, en éxtasis por su mayoría absoluta en diciembre y por su nueva futura paternidad con su jovencísima novia, ha comenzado sin embargo el año con muy mal pie. Tres tormentas consecutivas han anegado extensas zonas en todo el reino. Johnson ha optado por ignorar el asunto, quizá por aquello de que si no se habla de ello a lo mejor pasa sin más. Y cuando ya comenzaba a darse cuenta de que tenía que hacer algo para contener el profundo enfado de los damnificados, ha comenzado la eclosión del virus en las islas.

La información en los medios de comunicación es amplia y bastante equilibrada si se toman como referencia la radiotelevisión pública BBC y los diarios ‘The Times’ o ‘The Guardian’. Sin embargo, como señalaba el reconocido historiador israelí Yuval Noah Harari, en entrevista con el magnífico informativo ‘Newsnight’, la sociedad ha perdido su confianza en los Gobiernos. Quien más quien menos se pregunta a qué viene tanto jaleo si es una gripe, como tantas, y si en realidad será que hay algo oculto tras las extraordinarias medidas adoptadas por las autoridades y tras sus preocupantes declaraciones de que el sistema público de salud es magnífico y tendrá total capacidad para atender esta crisis. De hecho, resulta poco reconfortante y escasamente tranquilizador ver a Boris Johnson lavarse (malamente) las manos durante 20 segundos (seguramente Poncio Pilatos se esforzó más en la bíblica escena) y presentar como gran solución a la epidemia esta básica medida de higiene que la mayoría realiza desde la infancia.

La (cuestionable) gestión gubernamental de esta crisis sanitaria internacional tiene, en cualquier caso, efectos en el día a día. La tienda por internet Amazon ya señala en su versión en Reino Unido que puede tener dificultades de disponibilidad de algunos productos básicos y la mayor cadena de supermercados británica (Tesco), además de otras, ha anunciado limitaciones en la venta de algunos alimentos (como pasta y leche ultrapasteurizada UHT de larga duración) así como de gel antibacterial con base en alcohol, que también está restringido en la conocida red de productos farmacéuticos Boots. Por supuesto, todo se puede comprar por otras vías, pero los precios suben, como bien saben quiénes pretenden adquirir una de las agotadas máscaras antivirus.

Pero Londres, el más obrero y débil en esta voraz cadena alimenticia capitalista, ha empezado también a recibir notificaciones de empresas que piden a los trabajadores que se queden en casa. Los contratados a tiempo completo no tendrán mayor problema, de momento. Pero ya tiembla la cuenta bancaria de muchos españoles, latinoamericanos y extranjeros empleados en lo que aquí llaman el sector ‘hospitality’ (restaurantes y hoteles) y comercio. Son empresas que recurren bien al empleado eventual por días y horas (‘casual worker’) o bien que realizan los llamados ‘zero-hour contract’ que no comprometen a la compañía a contar con el trabajador, quien lo mismo se queda a verlas venir sin un minuto trabajado o que hace 60 horas una semana. El descenso evidente de la demanda en hostería está dejando a muchos empleados sin trabajo estos días, cuando lo peor está por venir, y sus caseros difícilmente accederán a perdonarles el pago de los disparatados alquileres londinenses (a partir de 750 libras mensuales por una habitación en la zona centro).

De este modo, la epidemia de miedo se extiende poco a poco por Londres. Quizá, temiendo lo que pueda pasar, el Gobierno ha previsto que las fuerzas armadas estén disponibles para garantizar el orden público. Nada apunta este 8 de marzo de 2020 a que el río se llegue a desbordar, pero también es cierto que Reino Unido no preveía que tres tormentas azotaran la región este invierno. Dos semanas después de las lluvias, siguen inundados.

1.2.20

Reino Unido deja a esta hora de pertenecer a la Unión Europea


Reino Unido deja a esta hora de pertenecer a la Unión Europea. Junto al Parlamento, los ultranacionalistas festejan una medida populista que ha supuesto la división de los ciudadanos y que puede tener graves consecuencias tanto para la Unión Europea como para la misma Gran Bretaña, incluida la posibilidad de pérdida de una Escocia europeísta en la que el llamado Bréxit ha resucitado con fuerza las ansias de independencia.

En la plaza junto al Big Ben son miles las personas concentradas pero muchas menos que las que hace tres meses acudieron en defensa de seguir en Europa y, además, hay un ambiente más de curiosidad (no pocos somos extranjeros) que de verdadera celebración. En realidad no hay celebración.

Los medios señalan de hecho que, tres años después del referéndum, sigue el empate sobre la continuidad o no en la UE pero el 52% en favor del Bréxit se ha convertido en un 52% por seguir en Europa. Lo único en lo que hay consenso, en uno y otro lado del Canal de la Mancha, es en la incertidumbre.

13.12.19

El partido conservador ha ganado en las elecciones

El partido conservador ha ganado en las elecciones generales en Reino Unido. Su gran mayoría parlamentaria es muestra de que la gente está harta de la inoperancia política. En teoría, proporciona al país una sólida estabilidad, pero, por el contrario, creo que se avecinan muy malos tiempos.

11.12.19

“It’s time for real change (Es tiempo para un cambio real)”

“For the many, nor the few (Para la mayoría, no para unos pocos)”. Es la frase destacada del Partido Laborista para campaña de las elecciones generales que se celebran este jueves 12 de diciembre en Reino Unido. En el pabellón Hoxton Docks en la zona este de Londres, los laboristas realizan su último mitin (‘rally’ le llaman aquí a este acto electoral) y son cientos de personas –muchos jóvenes– las que hacen cola para entrar pese al frío intenso.

El septuagenario Jeremy Corbyn llega a la jornada de votaciones con una inesperada mejora de las previsiones para los laboristas. Van a perder pero perdiendo pueden ganar porque la mayoría absoluta del Partido Conservador parece más difícil que hace sólo cuatro días. Si el actual jefe del Gobierno, Boris Johnson, no suma mayoría absoluta estará atado de pies y manos en su gestión e incluso puede perder el poder en favor de Corbyn, que probablemente lograría un apoyo puntual del secesionista Partido Nacional de Escocia, de los liberal demócratas y de los verdes.

“Confío en que este viernes veremos a Jeremy Corbyn entrar en la casa número 10 de Downing Street (residencia oficial del primer ministro)”, dice una de las personas que precede en el micrófono al líder –muy controvertido– del Partido Laborista. Son unas elecciones muy extrañas, antes del plazo previsto y en pleno periodo navideño.

Los británicos se juegan mucho. Si gana Corbyn, es posible que Reino Unido rectifique la decisión de abandonar la Unión Europea, un ‘Bréxit’ que tanto los agentes económicos como los informes de las autoridades auguran que causará problemas económicos e incluso sociales: Europa es, a día de hoy, el principal mercado y proveedor para la isla. Además, Escocia no quiere dejar de ser Unión Europea y la amenaza del ‘Bréxit’ (aplazado, otra vez, hasta el 31 de enero de 2020) ha espoleado el sentimiento independentista.

En esta campaña ha habido además otros dos grandes temas: el sistema público de salud (NHS) y la seguridad ciudadana.

Los Gobiernos conservadores han sometido al Estado a una intensa política de austeridad que ha supuesto, entre otros aspectos, menos enfermeras o menos policías.

En las últimas horas y días de campaña, a Johnson le han estallado en la cara varios asuntos: documentos secretos sobre el proyecto de privatizar la sanidad en favor de empresas estadounidenses, el atentado del Puente de Londres (el padre de uno de los asesinados ha denunciado la instrumentación electoral del conservador al proponer más mano dura) y, a sólo 48 de votar, la foto de un niño durmiendo en el suelo de un hospital público (Johnson arrebató el teléfono del periodista que le enseñaba la imagen para evitar así tener que verla).

Pero el machista y populista Boris Johnson, pese a su falta de escrúpulos, sus desvergonzadas mentiras y hasta su incontrolada vida sexual, cuenta con más simpatizantes. Es un sinvergüenza, pero un sinvergüenza simpático, que hasta se despeina intencionadamente cuando le enfocan las cámaras.

Por el contrario, Corbyn tiene un carácter hosco, con muchos opositores en su propio partido, con muchos electores que dicen que van a votar no por otros sino contra él y con un programa electoral que ha definido como “el más radical” y que, con grandes impuestos, eliminación de escuelas privados o nacionalizaciones de trenes y sectores estratégicos, provoca miedos en muchos sectores, incluidos los más poderosos, pero no solo estos. Y los ataques que ha recibido han estado a la altura de la radicalidad que promete, incluido el líder de la comunidad judía, que, en una intervención sin precedentes, ha acusado al líder laborista de tolerancia al antisemitismo dentro de su partido.

El conservador diario londinense ‘The Times’ llamaba el último domingo de campaña no a apoyar a Johnson (es difícil respaldar al personaje) sino a impedir que Corbyn entre en el número 10 de Downing Street. El mensaje editorial del periódico da una idea clara del panorama electoral.

Los resultados, sean los que sean, no podrán resolver de la noche a la mañana la polarización del país causada por el ‘Bréxit’ ni la situación de una economía que, aunque dinámica, se ha parado. “It’s time for real change (Es tiempo para un cambio real)”, dice el eslogan laborista. Está garantizado, pero nadie tiene la certeza de qué cambio se va a producir ni quiénes van a ser las mayorías o las minorías beneficiadas y, sobre todo, perjudicadas.

17.4.12

Playa Paraíso de luna llena

Villa Florida, en el departamento —provincia— de Paraguari, ha sido siempre un destino de Semana Santa citado entre risas en el grupo. Sinceramente no pensábamos que finalmente nos quedaríamos en esta localidad justo en esos días, pero así ocurrió. El motivo de la broma es la fama que tiene este pueblo de apenas 3.000 habitantes. Cuando se busca el nombre en Google aparece enseguida un vídeo con el título "Joda y descontrol". Corresponde justo a aquella primera vez que estuvimos en Paraguay, a 2008. ¿Qué es exactamente la "joda y descontrol" que relata la crónica periodística? Si se pregunta a cualquier asunceno, la imagen que describe es la de jóvenes ligeras de ropa bailando libidinosas encima de los carros —coches— al borde de la playa en plena noche de Viernes Santo. En definitiva, una orgía. Y, efectivamente, así es en realidad (o lo pretende). Al menos eso pudimos entrever. El camarero del restaurante del Touring Club, al borde del río Tebicuary, nos informó de que la farra —fiesta— era de madrugada a unos 850 metros aguas abajo del puente. El nombre del lugar resulta —como aquí señala repetidamente la prensa— sugestivo: Playa Paraíso. A plena luz del día, es el lugar perfecto para el descanso. El bajo nivel del río ha dejado extensos arenales en los que las familias disfrutan. Pero llega la luna llena. La carretera, la Ruta 1, está llena de policía al filo de la medianoche. La música suena a todo volumen en los puestos de comida al borde de la vía. Uno tras otro, los carros se adentran por el camino oscuro en un lateral. También nosotros, que no sabemos a dónde vamos. No tarda demasiado en aparecer la señal de que llegamos al lugar de supuesto desenfreno. Un grupo de jóvenes detiene a todo coche que se acerque a su puesto de control. "Son 5.000 guaraníes por persona". 25.000 nos cuesta el acceso. Apenas la una de la madrugada, decenas de coches se agolpan y todavía  —como nos dirá el camarero al día siguiente— faltan un par de horas para que empiece realmente la fiesta. La música caliente sale a través de enormes altavoces de los vehículos, preparados con luces como si fueran una discoteca móvil. Las neveras reservan la bebida. Al llegar, parece una reunión de machos. Las pocas mujeres —jóvenes— que se observa son devoradas con la mirada por los postadolescentes. De momento, el espectáculo es que en pleno arenal un idiota se empeña en hacer 'trompos' con el coche, que acaba una y otra vez varado. Nos retiramos sin que el ambiente alcance la temperatura prevista. Nos reservamos para las tarántulas y para la oveja al horno que nos preparan para el sábado Mirtha y Saúl, en su hospedaje M&S, con sus tilapias "pesca y paga", el dulce de leche con chipa y su conversación pausada e interesante.