17.12.06

4.080 metros y 36 horas

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El dicho popular indica que la taza de chocolate tiene que ir acompañada de un vaso de agua si no quieres arriesgarte a amanecer muerto. Ninguno de los cuatro cumplimos la costumbre ecuatoriana, pero estoy seguro de que nada especial pasará mañana por la mañana. El chocolate caliente y una animada conversación cerró la jornada dominical que me brindaron Sandra, Tocha y Túpac. En 36 horas —si la compañía áerea no nos sorprende— estaré embarcado con rumbo a casa para las fiestas de fin de año. El 3 de enero está previsto mi regreso en Quito, cuyas calles mojadas asoman entre las nubes desde nuestra posición a 4.080 metros de altitud. El teleférico nos acerca a la cumbre del volcán Pichincha, desde donde vemos cómo pasan, por debajo, los aviones. Al llegar, un té de coca muy caliente, contra el mal de altura —hemos ascendido algo más de 1.000 metros en diez minutos— y contra el frío y la lluvia, de los que nos protegen las compas de Sandra. De regreso a la base del teleférico, el chocolate caliente y la conversación sobre el mundo mágico latinoamericano. La sabrosa y animada cena de anoche —que Sandra nos ofrece en su casa con Tocha, Victoria, Fátima, Cecilia, Arturo, Diego y César— me permite comprobar, de nuevo, que los espíritus son parte de la vida de los todos los ecuatorianos —casi—. Fantasmas en el palacio presidencial, duendes, espectros y limpias para resolver el mal de ojo. Realismo mágico.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy que leo este blog y estás en España, creo que es lo único que me reconcilia con la distancia que te separa cuando estás en Ecuador. Quiero este blog, aunque menos de lo que te quiero a ti. Me alegra poder leerlo y disfrutarlo. Bienvenido.