Algunas decisiones sólo se pueden hacer realidad si, llegada la hora, se mira hacia adelante y no se vuelve la cabeza. Durante años, cuando Miguel, al final del verano, tenía que regresar a Bruselas, el momento del adiós, de despedirse de Quica, su madre, se convertía en tragedia, alimentada por la distancia y por la incertidumbre ante el futuro. Miguel sí regresaba la mirada hacia aquella casa de piedra habitada por su pasado. Mis decisiones de la última década han sido tomadas, en muchos casos, con la mirada en el horizonte. De este modo fue cuando el autobús salió, desde Bilbao, en dirección a París allá por el otoño de 1994. De igual manera sucedió cuando entré en Basauri en 1997. La mirada se enturbió cuando terminó la historia de Efe en abril de 2003. Resultó difícil y extraña —por la soledad del momento— la marcha de Getafe hacia Almería el 13 de agosto de 2005. Aún cuesta recordar el adiós a Almería en febrero de 2006. Este 3 de enero, alcé la mano de nuevo para decir adiós, giré y caminé otra vez hacia delante en el aeropuerto de Loiu hacia el avión que me traía a Quito. Al revisar aquellas despedidas, todo resulta mucho menos grave de lo que parecía en el momento, pero fue necesario mirar adelante para continuar. Y así lo seguirá siendo.
7.1.07
Mirar adelante
en 11:43 p. m.
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2 comentarios:
¡Cómo siento ese 13 de agosto! Me alegro de tu voluntad, en aquel día y en todos los momentos que evocas. Un abrazo.
Era pleno verano madrileño y, como es normal, todo el mundo estaba de vacaciones. En cualquier caso, aquello que dejaba atrás ya había dejado de existir en aquel lugar. Afortunadamente, seguimos estando ahí, a veces más cerca, en una comida el 20 de diciembre; a veces más lejos en la distancia, pero siempre próximos. Jose ;)
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