11.12.19

“It’s time for real change (Es tiempo para un cambio real)”

“For the many, nor the few (Para la mayoría, no para unos pocos)”. Es la frase destacada del Partido Laborista para campaña de las elecciones generales que se celebran este jueves 12 de diciembre en Reino Unido. En el pabellón Hoxton Docks en la zona este de Londres, los laboristas realizan su último mitin (‘rally’ le llaman aquí a este acto electoral) y son cientos de personas –muchos jóvenes– las que hacen cola para entrar pese al frío intenso.

El septuagenario Jeremy Corbyn llega a la jornada de votaciones con una inesperada mejora de las previsiones para los laboristas. Van a perder pero perdiendo pueden ganar porque la mayoría absoluta del Partido Conservador parece más difícil que hace sólo cuatro días. Si el actual jefe del Gobierno, Boris Johnson, no suma mayoría absoluta estará atado de pies y manos en su gestión e incluso puede perder el poder en favor de Corbyn, que probablemente lograría un apoyo puntual del secesionista Partido Nacional de Escocia, de los liberal demócratas y de los verdes.

“Confío en que este viernes veremos a Jeremy Corbyn entrar en la casa número 10 de Downing Street (residencia oficial del primer ministro)”, dice una de las personas que precede en el micrófono al líder –muy controvertido– del Partido Laborista. Son unas elecciones muy extrañas, antes del plazo previsto y en pleno periodo navideño.

Los británicos se juegan mucho. Si gana Corbyn, es posible que Reino Unido rectifique la decisión de abandonar la Unión Europea, un ‘Bréxit’ que tanto los agentes económicos como los informes de las autoridades auguran que causará problemas económicos e incluso sociales: Europa es, a día de hoy, el principal mercado y proveedor para la isla. Además, Escocia no quiere dejar de ser Unión Europea y la amenaza del ‘Bréxit’ (aplazado, otra vez, hasta el 31 de enero de 2020) ha espoleado el sentimiento independentista.

En esta campaña ha habido además otros dos grandes temas: el sistema público de salud (NHS) y la seguridad ciudadana.

Los Gobiernos conservadores han sometido al Estado a una intensa política de austeridad que ha supuesto, entre otros aspectos, menos enfermeras o menos policías.

En las últimas horas y días de campaña, a Johnson le han estallado en la cara varios asuntos: documentos secretos sobre el proyecto de privatizar la sanidad en favor de empresas estadounidenses, el atentado del Puente de Londres (el padre de uno de los asesinados ha denunciado la instrumentación electoral del conservador al proponer más mano dura) y, a sólo 48 de votar, la foto de un niño durmiendo en el suelo de un hospital público (Johnson arrebató el teléfono del periodista que le enseñaba la imagen para evitar así tener que verla).

Pero el machista y populista Boris Johnson, pese a su falta de escrúpulos, sus desvergonzadas mentiras y hasta su incontrolada vida sexual, cuenta con más simpatizantes. Es un sinvergüenza, pero un sinvergüenza simpático, que hasta se despeina intencionadamente cuando le enfocan las cámaras.

Por el contrario, Corbyn tiene un carácter hosco, con muchos opositores en su propio partido, con muchos electores que dicen que van a votar no por otros sino contra él y con un programa electoral que ha definido como “el más radical” y que, con grandes impuestos, eliminación de escuelas privados o nacionalizaciones de trenes y sectores estratégicos, provoca miedos en muchos sectores, incluidos los más poderosos, pero no solo estos. Y los ataques que ha recibido han estado a la altura de la radicalidad que promete, incluido el líder de la comunidad judía, que, en una intervención sin precedentes, ha acusado al líder laborista de tolerancia al antisemitismo dentro de su partido.

El conservador diario londinense ‘The Times’ llamaba el último domingo de campaña no a apoyar a Johnson (es difícil respaldar al personaje) sino a impedir que Corbyn entre en el número 10 de Downing Street. El mensaje editorial del periódico da una idea clara del panorama electoral.

Los resultados, sean los que sean, no podrán resolver de la noche a la mañana la polarización del país causada por el ‘Bréxit’ ni la situación de una economía que, aunque dinámica, se ha parado. “It’s time for real change (Es tiempo para un cambio real)”, dice el eslogan laborista. Está garantizado, pero nadie tiene la certeza de qué cambio se va a producir ni quiénes van a ser las mayorías o las minorías beneficiadas y, sobre todo, perjudicadas.

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