Mal de altura

Al revisar mi cámara de fotos, he descubierto las imágenes que tomé en Bolivia con motivo del viaje a Tarija. Son esas cosas que nos suelen suceder, pero en las que no reparamos y ahora me doy cuenta de que sí, que he estado en muchos lugares, pero no estuve en ninguno en realidad. En este año largo, he pasado por diversas ciudades y unos pocos países, pero el recuerdo se reduce a los corredores de los hoteles y a las imágenes desde el avión. Así sucedió en Isla Margarita, en donde apenas vimos el hotel de la reunión y el restaurante de la cena. Desde el aire descubrí que la isla es árida y que, pese a su turismo, resulta, desde la altura, poco atractiva, con la excepción de su clima. La misma historia se repitió en Tarija. Desde el cielo vimos los lagos inmensos de camino a Bolivia. Desde el cielo vimos las montañas desérticas de los alrededores de la ciudad. Desde el aire conocimos el dibujo urbano de Tarija. Porque, ya en el suelo, apenas pude descubrir a algunas gentes en las calles mientras el carro pasaba a toda velocidad hacia y desde el aeropuerto y el hotel. Todo deprisa. A la carrera la llegada, deprisa la actividad en la reunión y como un suspiro el regreso al avión, para, de nuevo, descubrir desde la ventanilla lo que quedaba abajo.