"Amigo, regálame una moneda, pa' comer", me dice con tono de eterna tristeza. "Lo siento, no puedo". Las campanas de la basílica dan las tres cuando me cruzo con el chaval en García Moreno y Olmedo. El guarda del palacio me despide diciendo "buenos días" y hasta parece que comienza a clarear, aunque quizá sea la luna en esta noche en la que se ven con claridad las estrellas. En un par de hora, poco más, será de día. Escribiendo esto me veo casi como el vampiro que regresa a su casa antes del alba. ¿Sería posible regresar antes? Supongo que sí. Lo cierto es que casi me da lo mismo trabajar hasta tan tarde en la oficina o hacerlo en el apartamento, aunque, por el frío de éste último, casi prefiero el primero. Sea como sea, la lista de tareas pendientes sigue y suma. Al salir, me detengo un minuto para hacer la foto de la jornada: la imagen de la virgen en la esquina de García Moreno y Chile, en la esquina de palacio. El centro se ve casi más bonito en la noche que a plena luz de día. Me voy a dormir con la primera edición de Público y el hombre "que hundió la tregua"
26.9.07
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