Entre el mar y la Cibeles

En Almería, en 'Zapillo city', los termómetros dicen que la temperatura es de 18 grados a la sombra. Estamos a mediados de noviembre, pero el clima permite, perfectamente, disfrutar de la playa, como lo hace este domingo este padre de la foto, en compañía de sus niños. No es el único. Incluso hay un bañista que aprovecha las aguas calmas para hacer ejercicio, aunque no creo que la temperatura sea muy agradable.
MC y Javi me recogieron anoche en la estación del tren. Me gusta volver una y otra vez a Almería. Esta vez es algo especial. Como si de un círculo vicioso se tratara, llego desde la universidad para encontrarme con la historia de un periódico. De esa misma manera entré en esta ciudad el 15 de agosto de 2005. Entonces salía de la enseñanza para retornar al periodismo. Ahora salgo de la comunicación para volver a la educación. En mitad queda la cabecera 'El Mundo Almería', que este 15 de noviembre dejó de existir después de sólo tres años de vida.
Han pasado muchas cosas. Quienes mejor lo saben son quienes han sufrido la tortuosa historia de este diario, que ahora deja en la calle a cerca de 40 personas -algunas (pocas, la verdad) muy queridas y de alta calidad humana y profesional-, víctimas de dos empresarios (y algunos cómplices políticos y económicos) sin escrúpulos: Joseba Murga y Luis Montoya Valencia. Mientras estos dos exhiben impúdicamente sus coches deportivos y su yate anclado en el puerto de Roquetas de Mar, los periodistas llevan tres meses y medio sin cobrar su salario y se preguntan cómo podrán hacer frente a sus hipotecas y a sus gastos.
Ojalá los responsables no salgan libres de esta situación. Ojalá, por la justicia que merecen los compañeros ahora despedidos y quienes fueron perseguidos en el pasado por esta misma pareja de malos empresarios. Pero ojalá también por los periodistas que deben llegar, por mis estudiantes, los mismos que el jueves se esforzaban en la plaza Colón, en Madrid, por descubrir cómo se hace una noticia sobre una manifestación. El resultado no ha sido perfecto (el viaje de siete horas en tren me ha permitido corregir los ejercicios), pero nos acercamos poco a poco al objetivo.