"Posiblemente existan fantasmas en Carondelet". El autor de la frase estaba cualificado para decirlo. El ex presidente Abdalá Bucaram, que apenas pudo mantenerse en el poder seis meses, argumentó que el palacio era "oscuro, frío y tenebroso" para no ocupar la residencia oficial e instalarse en el hotel Colón, que todavía hoy sirve de refugio para los congresistas cuando el pueblo se levanta contra el Parlamento. En realidad, sí, Carondelet es húmedo y frío. Los dos patios cuadrados centrales no son suficientes para darle la luz y el calor suficientes. Tampoco ayuda la situación de este edificio de 260 años que refleja una grave decadencia. Hasta las dependencias más exclusivas dejan entrever la falta de mantenimiento, las manchas de humedad o el deterioro del mobiliario y de las obras de arte. La residencia oficial, en los dos últimos pisos —el tercero y el cuarto— no se encuentra mucho mejor. Las estancias están decoradas con un gusto rancio, que pretende imitar la grandeur del Rey Sol y acaba convirtiendo la residencia presidencial en el chalé hortera de los nuevos ricos de la Costa del Sol. Ni siquiera los cuadros salvan la situación. Realmente, viendo el retrato de Bucaram en el Salón Amarillo —aunque el ex presidente no tiene mucho mejor aspecto en vivo— o contemplando, en el despacho presidencial, la pintura de la heroina nacional Manuela Sáez —que pareciera que hubiera sido levantada de su tumba para inspirar al artista— no serán pocos los que salgan despavoridos de Carondelet ante la idea de vivir en lugar.
18.2.07
Los fantasmas de Carondelet
en 2:44 p. m.
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