Feriado. En los barrios populares del centro de Quito, mayores y niños celebran el Carnaval de agua. En algunas calles, se les ve empapados correr para escapar de la tradición. Los jóvenes prefieren las bombas de agua, los globos que impactan igual sobre el vecino que sobre el techo del taxi que cruza la calle. El cielo de Quito está indeciso. En la plaza Foch calientan los rayos de sol que escapan por las nubes mientras más al norte caen algunas gotas y en el centro histórico es ni que sí ni que no. Las angostas calles en el entorno de la presidencial Plaza Grande están, como siempre, llenas de gentes que suben Chile y bajan Sucre asomándose a las tiendas que no descansan nunca, ni siquiera en la fiesta. Caminando, llego a San Francisco. No había vuelto desde el 15 de enero, desde la recepción nocturna del nuevo Presidente, celebrada en el atrio del convento, que hoy está cerrado. Sobre la puerta, la pintura muestra la evangelización de los indígenas llevada a cabo —en mala hora— por los franciscanos. La situación de las obras de arte en la iglesia habla mal de la labor de estos religiosos. Faltan muchas figuras —quién sabe si fruto del saqueo— y hay pinturas que apenas se adivina qué reflejan. A la entrada, en el techo al que nadie mira, la expulsión del Paraíso. Algunos fieles en el templo, aunque no demasiados, casi tantos como curiosos, nacionales y foráneos, que visitan el sitio. El Carnaval se llevó a la costa a los habitantes de Quito.
21.2.07
Martes de Carnaval
en 12:53 a. m.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario