13.6.07

El viaje interminable

Cuando compré el disco recopilatorio de José Mercé no calculé que se convertiría, con su canción ‘Aire’, en la banda sonora del viaje de regreso a Quito. “Abre la ventana…”. Así comienza el tema del Mercé y ese era el grito casi unánime de los más de 300 pasajeros del vuelo MPD925 de Air Comet, la heredera de Air Madrid, después de soportar, en una “escala técnica” en Recife —Brasil—, más de dos horas y media encerrados en el avión, con muy mala ventilación, un calor intenso, mal comidos y con un retraso que ya era, en ese momento, de nueve horas sobre el horario programado.

La tortura había comenzado, en realidad, cerca de veinte horas antes, en el aeropuerto de Barajas. Al llegar al mostrador de facturación de Air Comet nos encontramos con inmensas colas ya tres horas antes del despegue, anunciado para la 1.55 horas del martes 12 de junio. La misma previsión todavía figuraba a las 6.00 en las pantallas de la terminal 1 cuando, después de dos horas de dormir —es un decir— en un hotel de la zona, llegábamos agotados y malhumorados, quizá ya presintiendo lo que podía suceder a continuación.

No pocos padres y madres ecuatorianos despidieron en el control de la Guardiacivil a sus hijos e hijas que, como es habitual en estos trayectos, viajan en muchos casos solos para reencontrarse con sus familias en uno y otro lado del Atlántico.

“Voy a cumplir 13”, me cuenta Esteban, mi compañero de asiento, que regresa a sus ciudad natal, Quito, después de cuatro años de vivir en Madrid. En Barajas ha dejado a sus padres y le deben estar esperando su tía y su abuela en al capital ecuatoriana, en donde disfrutará de sus tres meses de vacaciones escolares. Da por hecho que no le van a reconocer. “Salí tímido de Quito y ya me ves...”. Se ha teñido el pelo con mechas rubias, como la piel de un leopardo.

El viaje ya comenzó mal. No fueron sólo las largas horas de colas para facturar —no conseguí llegar al hotel hasta las 3.00 y a las 5.30 había que estar en el autobús de vuelta a Barajas—, sino que no hubo constancia de la hora de despegue hasta minutos antes de comenzar a embarcar en la terminal B21. Las pantallas dijeron que "aprox. 8.00 horas", pero la realidad fue que el despegue se produjo hacia las 9.30 y eso después de las primeras protestas de los pasajeros.

El aparato brasileño y con tripulación no castellanohablante tardó mucho en cerrar puertas y se produjo el primer conato de amotinamiento cuando un grupo de personas anunció que se bajaba del aparato porque no comenzaba el vuelo. En ese momento, a través de megafonía y en un torpe español, la tripulación anunció un cierre de puertas que todavía tardó más de 30 minutos. La temperatura interior ya era alta, lo que contrasta con el frío al que nos tienen acostumbrados los aviones en las rutas interoceánicas.

El desayuno resultó patético, con una tortilla francesa y una loncha de bacón. La comida no fue mejor porque se redujo a un cuarto de sandwich de salami y un pequeño bollo con queso, más una rodaja de piña y media pieza de pera en almíbar. Así nos plantamos en Recife, con mucho sueño, hambre y un intenso calor. Nunca habían sido tan utilizados los impresos que explican las maniobras de emergencia. Eso sí, su utilización se reducía a mover el aire, a falta de aire acondicionado adecuado.

En la ciudad brasileña la cosa se puso más que tensa. Anunciaron una escala técnica de 50 minutos. A la hora y media la gente ya no podía más. Las puertas cerradas, un calor asfixiante y no se podía descender del aparato, en donde había cambiado la tripulación. En ese momento, la primera mujer con síntomas de desmayo cruza la cabina y genera inquietud, que se acrecienta mucho cuando un bebé de pocas semanas presenta síntomas similares y es sacado de los brazos de su madre por un miembro de la tripulación.

El pasaje, a punto de pánico. Las protestas, silbidos y gritos se acrecientan, mientras aumenta el nerviosismo y alguna persona reclama que ya no puede soportar más dentro, que le falta el aire, que tiene que salir. Al girar la cabeza descubro a Esteban con su inhalador. Tiene asma. Le pido un vaso de agua y al regresar al asiento le encuentro en plena crisis.

Ya no queda más remedio. Entre intensas protestas de los viajeros, los responsables del avión adoptan la única medida posible: todas las puertas de emergencia son abiertas y se genera la corriente de aire que todos reclamábamos. Un equipo de asistencia médica accede al aparato y atiende, esencialmente, al bebé, aunque no son pocos los pasajeros nerviosos.

Después de dos horas y media de escala, despegamos de nuevo hacia Ecuador. El viaje sin escalas se ha convertido en un itinerario con dos paradas, la realizada en Brasil y la que nos espera en Guayaquil a quienes tenemos Quito como destino. En Madrid aseguraron que el tiempo sería de cuatro horas desde Recife, pero descubrimos que serán, en realidad seis horas y cuarto. La tripulación afirma que habrá "cena" cuando ni siquiera hemos desayunado ni almorzado en condiciones, así que el escepticismo es grande. Y se confirma la peor previsión. La "cena" ofrecida por Air Comet es una bebida y un sándwich de jamón york y queso con un "peso aproximado" de 120 gramos.

La llegada a Quito se produce a las 22.30 horas de Ecuador (las 5.00 horas del 13 de junio en España). El viaje que normalmente se realiza en 10 u 11 horas se ha comido, en esta ocasión, 20 horas de nuestra vida. Aún así, hay aplausos al aterrizar. Es el fin de la pesadilla.

Valeria, con sus 18 años recién cumplidos, ha acompañado a Esteban buena parte del viaje. Ella regresa a Quito por sus vacaciones después de siete años. Ahora vive en Benidorm, con su padre. Será difícil que su abuela y el resto de su familia la reconozca, como tampoco la abuela y la tía de Esteban podrán identificarlo en la terminal internacional del aeropuerto de Quito, en donde cientos de familiares, emocionados y con lágrimas, esperan a sus seres queridos que se tuvieron que marchar para sobrevivir.

Esteban, después de dos días sin dormir por culpa de Air Comet, ha pasado su última hora en el avión siniestro con otros niños que, como él, viajan solos. Al volver al asiento nos dice que mañana pondrán en Internet las fotos de esta travesía. El título, "el viaje interminable".

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegra ver que has llegado bien, pese a este viaje de pesadilla. Como siempre, leerte ha sido un placer. Un abrazo fuerte

estebandido dijo...

Jose

Ya no me extraña estas cosas en tus viajes, pero me alegra que ya estas de regreso en Casa, jejeje

JOSÉ TADEO TÁPANES ZERQUERA dijo...

Hola Jose:

Vaya, leerte me llena de pavor, puesto que en 15 días más o menos, estaré montado en un avión cruzando el Atlántico. Espero tener mejor suerte que tú. Un abrazo:
Tadeo.

Anónimo dijo...

como nos alegra a Adela y a mi poder saber que estás bien. Estas cosas hay que publicarlas en el mayor número de sitios posibles. Es indignante que por el hecho de ser compañías de vuelos baratos se tengan que aguantar lamentables condiciones. Sus responsables deberían ser juzgados por secuestro.

Anónimo dijo...

BUeno chico tu viaje es panico en las altutaras . Leyendo esto me dan ganas de enviar tu realto a un concurso o enviarlo a los periodicos de aqui.
Por lo menos podras volver a viajar y encima GRATIS.
CUIDATE.bESOS.jULIA

Anónimo dijo...

como veras hay algun que otro altibajo en mi escritura pero asi son las cosas de escribir a todo correr.besos.julia

Anónimo dijo...

A mí me ha pasado igual que a Tadeo, según estaba leyendo el relato estaba pensando que quizá no era muy buena idea hacerlo cuando estoy a unos días de empezar mi propio viaje. Espero que el mío no sea tan accidentado. En cualquier caso, sólo añadir que me alegro de que esta vez sí que nos hayamos visto cuando has estado por aquí. Un abrazo.

ibarakaldo dijo...

nada que te hubiera sido mas rapido ir en la gabarra jejejej

salu2

jon k