De regreso al hotel, cruzamos una vez más por el mercado 4. El calor diurno permite —incluso con los ojos cubiertos— adivinar que estamos en este lugar. Las frutas y verduras no soportan la temperatura y la peste es muy intensa. Ya ha terminado la jornada comercial y las basuras se acumulan en los laterales de la calzada a la espera de que sean retirados. Algunos niños y niñas piden a los conductores/as. Lo cierto es que la ciudad no lo tiene fácil para mantenerse mínimamente limpia. A las evidentes carencias de los servicios públicos, se une un clima propicio para el crecimiento de vegetación en cualquier espacio. Eso permite que las calles de Asunción estén 'inundadas' en mucho lugares por los mangos que, aparatosa y peligrosamente, se desprenden de sus ramas cayendo al suelo y sembrando un nuevo foco de putrefacción. La fertilidad de la tierra se alía, en este caso, con el caos urbanístico, sin que nadie aproveche las ventajas de este vergel.
18.1.08
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