17.4.12

Playa Paraíso de luna llena

Villa Florida, en el departamento —provincia— de Paraguari, ha sido siempre un destino de Semana Santa citado entre risas en el grupo. Sinceramente no pensábamos que finalmente nos quedaríamos en esta localidad justo en esos días, pero así ocurrió. El motivo de la broma es la fama que tiene este pueblo de apenas 3.000 habitantes. Cuando se busca el nombre en Google aparece enseguida un vídeo con el título "Joda y descontrol". Corresponde justo a aquella primera vez que estuvimos en Paraguay, a 2008. ¿Qué es exactamente la "joda y descontrol" que relata la crónica periodística? Si se pregunta a cualquier asunceno, la imagen que describe es la de jóvenes ligeras de ropa bailando libidinosas encima de los carros —coches— al borde de la playa en plena noche de Viernes Santo. En definitiva, una orgía. Y, efectivamente, así es en realidad (o lo pretende). Al menos eso pudimos entrever. El camarero del restaurante del Touring Club, al borde del río Tebicuary, nos informó de que la farra —fiesta— era de madrugada a unos 850 metros aguas abajo del puente. El nombre del lugar resulta —como aquí señala repetidamente la prensa— sugestivo: Playa Paraíso. A plena luz del día, es el lugar perfecto para el descanso. El bajo nivel del río ha dejado extensos arenales en los que las familias disfrutan. Pero llega la luna llena. La carretera, la Ruta 1, está llena de policía al filo de la medianoche. La música suena a todo volumen en los puestos de comida al borde de la vía. Uno tras otro, los carros se adentran por el camino oscuro en un lateral. También nosotros, que no sabemos a dónde vamos. No tarda demasiado en aparecer la señal de que llegamos al lugar de supuesto desenfreno. Un grupo de jóvenes detiene a todo coche que se acerque a su puesto de control. "Son 5.000 guaraníes por persona". 25.000 nos cuesta el acceso. Apenas la una de la madrugada, decenas de coches se agolpan y todavía  —como nos dirá el camarero al día siguiente— faltan un par de horas para que empiece realmente la fiesta. La música caliente sale a través de enormes altavoces de los vehículos, preparados con luces como si fueran una discoteca móvil. Las neveras reservan la bebida. Al llegar, parece una reunión de machos. Las pocas mujeres —jóvenes— que se observa son devoradas con la mirada por los postadolescentes. De momento, el espectáculo es que en pleno arenal un idiota se empeña en hacer 'trompos' con el coche, que acaba una y otra vez varado. Nos retiramos sin que el ambiente alcance la temperatura prevista. Nos reservamos para las tarántulas y para la oveja al horno que nos preparan para el sábado Mirtha y Saúl, en su hospedaje M&S, con sus tilapias "pesca y paga", el dulce de leche con chipa y su conversación pausada e interesante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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Jimena San Martín